Por Mauricio Alvarez M, ecologista, docente y coordinador del Programa Kioscos Socio Ambientales UCR.

Conozco el Río Térraba desde, más o menos 1979, cuando se cruzaba en balsa por el Paso Real. Así el amigo río y yo “hemos amisteado” por casi 40 años, como se dice en San Vito adentro a eso de “ser amigos”, verbo que sintetiza “cultivar y recrear la amistad”: amistiar. Ha sido un vínculo líquido que nació de cruzarlo y pasarlo de pequeño cuando viví en San Vito de Coto Brus. En la niñez él me dejó cruzarlo en esta balsa con sus aguas crecidas y aborrascadas, y ya más grande inclusive nadando en Yimba Cajc (Rey Curré).  

 

Después vino el puente, pero él siguió buscándome a inicio del presente siglo, me volvió a jalar para trabajar con las comunidades del Sur en su defensa contra el Proyecto Hidroeléctrico Boruca y después Diquís. En Yimba Cajc conocí sus guardianes y guardianas, que se visten de diablos para celebrar y defender su existencia. Sus espíritus han hecho lo mismo con sus pueblos originarios, amistiar y darles el valor para mantener su vida. A veces no entendemos sus formas porque al mismo tiempo que da la vida se la ha llevado, marcando simbiótica y materialmente su historia por más diez mil años.

Luego me volvió a llevar por sus corrientes, por sus tributarios y sus ríos raíces: Chirripó, San Pedro, Pacuar, General, Peñas Blancas, Peñas Blanquitas, Cañas, Volcán, Convento y Sonador con más dos o tres represas por río y con cada de una de esas injustas obras, nacieron nuevos defensoras y defensores que con valor respondieron igual que los pueblos originarios y los que llegamos de muchos lados a su convocatoria (Alvarez M, en Ambientico N° 237,pg 47-51,  9-2013)

Hace un año también me llamó su majestuoso humedal donde se junta con el mar. Tuve la oportunidad de reconocer el trabajo colectivo y sociedades ancestrales que permitieron hacer sus esferas y asentamientos que son de importancia mundial (Diario Extra,30-5-2017).

El año pasado pensé que lo terminé de conocer de lucha en lucha, sin proponérmelo, más por su insistencia que la mía, pero ahora pienso que aún me falta conocer sus nacimientos, pero en esta relación donde soy un microgramo de su historia no sé si llegaré a conocer su útero.

Este fin de semana lo vi más seco que nunca. El río estaba sediento de bosque y sombra. De justicia. La piña lo drena de muerte por kilómetros. Sus tributarios tienen un solo dueño y sin la mayor ciencia o consideración a pleno medio día riegan a diestra y siniestra, mientras el río se ahoga de agroquímicos y de evaporación.

Duele cuando veo ese amigo de la infancia, y ya de toda mi vida, que era la mayor emoción de un viaje de 8 horas de San José a San Vito: bajarse del bus montarse en una balsa, cruzarlo despacio con el sonido del agua y el motor, tocarlo y llevarlo a la cara. Lo conocí cuando el río estaba roncando duro como dicen los cabécares. A la orilla esperando que nos dejara cruzar en la balsa y llegar a la casa. Verlo así seco y hace unos meses en una llena inédita por la Tormenta Nate. Quedé pensando que sería del Sur sin su río.  Me puse a reflexionar como nos hemos acompañado, reconocido y nutrido un vínculo de cariño simbiótico.

El río tiene sus espíritus y guardianes ancestrales y otros que responden a su llamado de amistad y defensa, como Berta Cáceres en Honduras y más de 50 activistas que fueron asesinados por la defensa de los ríos en Mesoamérica y Colombia (Diario Extra, 9-8-2016).

Renace la esperanza al enterarme de que sus guardianes del pueblo Brörán están buscando como honrar su relación histórica con el río al otorgarle derechos legales al río. Esta declaratoria es un proceso legal y político de incidencia basado en los derechos de la naturaleza de las nuevas constituciones y sentencias de la Corte Constitucional Colombiana que declaró el rio Atrato como “sujeto de derechos”, similar al caso el río Whanganui en Nueva Zelanda y el sagrado río Ganges en India.

Soñemos y luchemos para que este amigo, que es el corazón del Sur sobreviva y con él sobreviva el mundo.

 

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